"Si votar cambiara algo, lo harían ilegal". Emma Goldman
"Funcional a la derecha", así fue como describió un izquierdista argentino -que me escribió hace unos días- el constante rechazo que los anarquistas hacemos a los políticos, ya sean de izquierda o de derecha. ¿Por qué sería funcional a la derecha según él? Porque desde su visión, criticar la profesión política es dejarle espacios para que los políticos de derecha se hagan con el poder. Aparentemente, promovemos una visión liberal del mundo, que a la vez genera apatía, no sólo en la participación política, sino en el debilitamiento del Estado.
Y hay dos 2 cosas que me son sorpresivas: 1) Que la polarización política en Argentina está llegando a niveles similares a Venezuela, donde si tocas a este o aquel tema se genera una entretenida y efervescente retórica; y 2) La contradicción no puede ser peor.
Es como si se olvidara que no hay cosa más liberal que la maquinaria moderna del Estado: Las instituciones, la división de poderes, la constitución, el sistema de justicia, el sistema parlamentario, foros internacionales, e incluso, la democracia representativa. ¿Y acaso hay un sólo gobierno de "izquierda" que no utilice ni un poquito de esa maquinaria que nos ha dejado el liberalismo? Si hay alguien que "le sigue el juego a la derecha", seguro que no somos los malasangrosos anarcos que aún esperamos los cheques de la CIA.
Más bien, no hay peor lastre para la revolución que la monarquía-aristocrática temporal, también llamada democracia representativa. Ella ha funcionado hasta ahora como una válvula de escape para la olla de presión que se vive en nuestras sociedades. El cambio constante de autoridades, no importa si son de izquierda o derecha, genera una sensación de posibilidad de cambio, de cambio que nunca llega y que no llegará, porque las sociedades no se cambian con un cambio de rostro.
Lo que pasa es que la ideología es circular: Hay unos tipos que son tan, pero tan de izquierda, que llega un momento que dan la vuelta y se hacen de derecha. Y curiosamente -y lamentablemente-, al contrario no sucede igual. La izquierda actual, con pocas excepciones, se ha convertido solamente en una maquinaria electoral, solamente interesada en llegar al poder, y completamente olvidada de la lucha social, o como decía Camus, de los que padecen la historia. Tan sólo critica un poco la política minero-extractiva, el acoso sindical, la matanza de indígenas, la represión policial, la corrupción, o lo que quieras, en unos de estos países "progresistas" (el que gustes), y en algún momento llegará el "le haces el juego a la derecha". Es impelable.
Todo Estado es, por definición, promotor del status quo y contrario al cambio. Y así como no se puede hacer jardinería con un lanzallamas, no se puede hacer una revolución desde el poder...
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